Por Itxaso Elorduy
Fotos: Alberto M. Colombo
La imagen que se le presupone a un personaje popular, un número uno,
mundialmente reconocido, en ocasiones poco tiene que ver con su
autenticidad. Deseaba conocerle, me intrigaba esa capacidad para atraer a
los grandes.
Tom Ford cuenta con él en todas sus campañas, e incluso le ofreció un
pequeño papel en su Opera Prima, The singleman. Madonna le fichó para
protagonizar su videoclip, Girl gone wild. Doscientas páginas de
L´Officiel Hommes, la Biblia de la moda, se centraron en su figura. A
sus pies se han rendido Roberto Cavalli, Valentino, Giorgio Armani, Jean
Paul Gaultier, YSL o Chanel. Cede su imagen para los perfumes Kokorico,
de Jean Paul Gaultier, y 212 VIP MEN, de Carolina Herrera.
Peter Lindberg, Terry Richardson, Steven Meisel, Jean Baptiste Mondino, realizador de Kokorico, junto a Blanca Lee, artífice de su coreografía, y Steven Klein, son algunos de los fotógrafos que le han inmortalizado. Y campañas publicitarias de firmas como H&M, Versace, DKNY, David Yurman, Karl Lagerfeld o ZARA, cuentan con su presencia.
Lo primero que sorprende es su sonrisa, inmensa, una risa contagiosa insuperable. La mirada felina, cubierta por unas contundentes cejas, seña de identidad del país del que procede. El pelo, su estandarte. Y una expresividad, que no pose, sino capacidad para comunicar con gestos, deliciosa.
¿Qué hay detrás? Me preguntaba yo. El misterio quedó desvelado con creces. Amante de su tierra, defensor con uñas y dientes de los suyos, hogareño, honesto, libre, sincero, sencillo, profundo, educado, solidario...
Un hombre encantador con un extraordinario magnetismo y una sensibilidad artística acusada.
Peter Lindberg, Terry Richardson, Steven Meisel, Jean Baptiste Mondino, realizador de Kokorico, junto a Blanca Lee, artífice de su coreografía, y Steven Klein, son algunos de los fotógrafos que le han inmortalizado. Y campañas publicitarias de firmas como H&M, Versace, DKNY, David Yurman, Karl Lagerfeld o ZARA, cuentan con su presencia.
Lo primero que sorprende es su sonrisa, inmensa, una risa contagiosa insuperable. La mirada felina, cubierta por unas contundentes cejas, seña de identidad del país del que procede. El pelo, su estandarte. Y una expresividad, que no pose, sino capacidad para comunicar con gestos, deliciosa.
¿Qué hay detrás? Me preguntaba yo. El misterio quedó desvelado con creces. Amante de su tierra, defensor con uñas y dientes de los suyos, hogareño, honesto, libre, sincero, sencillo, profundo, educado, solidario...
Un hombre encantador con un extraordinario magnetismo y una sensibilidad artística acusada.
¿De qué manera empezaste en el mundo de la moda?
A veces pienso que no elegí nada y que la vida me puso aquí en un momento determinado. No tenía ninguna intención de ser modelo, ni nada parecido, era algo que estaba muy lejos de mi vida. Pero una cosa llevó a la otra y de pronto me encontré en Paris, de casting en casting, descubriendo lo que era la moda. He trabajado duro, pero no sé bien cómo tomé esta dirección. Supongo que tuvo que ver el hecho de que durante la adolescencia tenía muchas ganas de ser independiente, viajar, conocer el mundo y empezar a vivir mi vida. Eran las necesidades más importantes que tenía en de ese momento, y pensé que éste era un buen camino para empezar a satisfacerlas.
¿Cómo es Jon más allá de las cámaras? Además de guapo...
Mejor mantener el secreto y decidir a quién desvelárselo (risas). ¡Qué va! Soy totalmente transparente. Mi vida está soportada por tres pilares, luchar por lo que creo y las personas a las que quiero, y unas intensas ganas de trabajar. Intento alimentarme de lo que tengo a mi alrededor, poco a poco ir dando pasos hacia una mejor versión de quien realmente soy. Supongo que como todo el mundo que tiene la oportunidad de hacerlo.
El pelo es una de las señas de identidad de Jon K ¿Qué le debes a tu madre, además de la vida?
Todo. Mi madre es lo más grande. Mi mayor referencia, para lo bueno y para lo malo (risas). Que ella me corte el pelo no tiene nada que ver con el hecho de que sea mi madre. Es parte de mi negocio y no me puedo andar con sentimentalismos. Me he puesto en las manos de algunos de los mejores peluqueros del mundo, y te aseguro que nadie lo ha dejado mejor que ella. A la gente le hace mucha gracia pero para mí es lo más normal del mundo. Así que acudo a la peluquería Reduello, en la calle Torre 9, del Casco Viejo Bilbaíno, a que mi madre me atienda.
¿Qué es la moda para ti?
Es el trabajo que estoy haciendo en esta etapa de mi vida. Estoy agradecido por todo lo que me ha hecho aprender de mí mismo, del mundo, de las diferentes realidades, de la soledad… Pero no es desde donde veo el mundo, ni mi forma de presentarme en él en las distancias cortas. Trabajo en la moda y me gustan muchas cosas que hay en ella, pero no la cojo con todo el “pack”.
Un trabajo del que te enorgullezcas, por su complejidad, por lo que te haya aportado…
Vivir es lo más complicado que he hecho jamás (risas).
¿Un minuto de gloria profesional?
Ver mi cara por primera vez en los carteles gigantes de Times Square fue increíble. No lo esperaba y me hizo mucha ilusión. Tuve, por un momento, la sensación de éxito. Luego bajé a la tierra y me fui a mi apartamento compartido, en metro, porque no tenía dinero suficiente para un taxi.
Perdona mi incultura, pero ¿a quién representabas en esa ocasión?
Jajaja, eso no es incultura… Versace.
¿El momento más especial que has vivido en esta profesión?
En cierta ocasión me trasladaron, en avión privado, de una islita del Caribe, donde estaba trabajando, a Miami, que era donde tenía que realizar el siguiente trabajo. Iba muy pillado de tiempo, por el tema de conexiones y demás, y el cliente me ofreció el suyo. La experiencia fue alucinante, acostumbrado a los miles de retrasos, cancelaciones, y horas muertas, que paso normalmente en los aeropuertos de los mortales. Pero lo mejor vino cuando el piloto me ofreció dirigir el avión. Fue impresionante sentir la libertad de volar y tener el poder de ir donde quisiese. Tuve durante un tiempo la idea de hacerme con una licencia.
¿Qué tal resultó la experiencia de rodar junto a Madonna el videoclip, “Girl gone wild”?
Inolvidable. Ya nos conocíamos, pero me gustó verla en su territorio. Fue un placer trabajar con ella y poder aparecer en uno de sus videos.
¿Qué supuso para ti participar en la interesante Ópera Prima de Tom Ford junto a grandes figuras como Colin Firth y Julianne Moore?
Un regalo de la vida. Un sueño. Me sentí el hombre más afortunado del mundo, a un montón de niveles. Además de conocer y compartir algunos buenos momentos con Colin Firth y Julianne Moore. La calidad humana de la gente con la que trabajé superó todas mis expectativas. Pero lo más revelador fue cómo despertó en mí algo que había tenido “dormido”, por miedo, durante mucho tiempo. Algo que me daba miedo escuchar...
Entonces ya habías pensado en actuar anteriormente?
Sí, en el instituto formaba parte del grupo de teatro y lo pasábamos increíblemente bien. Pero cuando me planteé ser actor, con 17 años, en mi familia era algo impensable, y supongo que no estaba preparado para hacerlo.
¿Cómo fue el rodaje?
¡Estaba tan nervioso! No daba pie con bolo. Los días anteriores se me caía todo, estaba torpe, tartamudeaba. Pero cuando me desplacé a la localización, y llegó el momento de actuar, fue como si hiciese algo que había hecho muchas veces antes. Todo aquel miedo desapareció, y actúe desde la tranquilidad. No sé donde encontré esa seguridad, pero fue muy bonito.
¿Y, acudir con ella al Festival de Venecia y a los Oscar?
Otro tipo de subidón (risas). Una parte del sueño que viví con A Single Man. En todos los sitios fue bien recibida y captaron la sensibilidad con la que estaba realizada. Eso es muy grande. Cuando pienso en la experiencia creo que no pudo ser mejor.
¡Estaba tan nervioso! No daba pie con bolo. Los días anteriores se me caía todo, estaba torpe, tartamudeaba. Pero cuando me desplacé a la localización, y llegó el momento de actuar, fue como si hiciese algo que había hecho muchas veces antes. Todo aquel miedo desapareció, y actúe desde la tranquilidad. No sé donde encontré esa seguridad, pero fue muy bonito.
¿Y, acudir con ella al Festival de Venecia y a los Oscar?
Otro tipo de subidón (risas). Una parte del sueño que viví con A Single Man. En todos los sitios fue bien recibida y captaron la sensibilidad con la que estaba realizada. Eso es muy grande. Cuando pienso en la experiencia creo que no pudo ser mejor.
¿Qué te gustaría hacer después de esta exitosa etapa? Porque supongo que piensas en el futuro…
Claro que pienso en el futuro, a veces demasiado. Por eso intento que las cosas vayan surgiendo, aunque no puedo evitar luchar por lo que quiero.
¿Algo pendiente?
Ir a Buenos Aires. ¡Tengo tantas ganas! Y el acento me sale muy bien (risas).
¿Cuál es la misión de Jon Kortajarena en The Climate Project, la ONG constituida por Al Gore?
(Ahora se pone serio). Mi función es concienciar del grave problema que vivimos por la falta de respeto a la naturaleza y el medio ambiente. En muy poco tiempo surgirán graves problemas, pero nadie hace nada por evitarlo. Nuestros Gobiernos solo están preocupados del sistema económico. Parece que están robotizados, que son incapaces de ponerse en contacto con lo verdaderamente esencial para nuestra supervivencia. Es una satisfacción aprovechar el hecho de ser conocido para apoyar esta singular causa.
¿Un recuerdo inolvidable?
Hace unos años, cuando me concedieron el premio GQ en el Palace de Madrid. Sin darme cuenta, aquella noche marcó un antes y un después en mi vida. No era consciente de que más tarde la recordaría con tanta intensidad.
¿Bilbao? ¿Cómo lo sientes?
Con mucho cariño, Bilbao me encanta. Es elegante, con un aire melancólico, y una armonía perfecta entre la tradición y la arquitectura más vanguardista. No es muy grande, pero cuenta con una oferta cultural envidiable, está rodeado de naturaleza, se come como en ningún lado, y la gente es maravillosa.
Cuanto más viajo por el mundo, más orgulloso estoy de mi ciudad.
¿Y Nueva York? ¿Cómo lo vives?
Es mi elección. Me siento acogido, libre, muy en contacto conmigo mismo. Fuera de España, es la única ciudad donde puedo vivir. Me inspira libertad, creatividad, madurez, locura, aprendizaje... Es una ciudad donde todo es posible.
¿Un lugar en el que te gustaría fijar tu residencia en un futuro?
Donde me lleve la vida, pero intuyo que en el campo, con hijos y perros.
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